La plasticidad cerebral que tiene
el ser humano en los primeros años de vida es asombrosa. Ejemplo de ello es el
estudio realizado por Howard Gardner sobre la música tradicional entre los
anang de Nigeria, que se menciona en “El efecto Mozart para niños”:
“En esta sociedad, las madres introducen a la música y al baile a bebés
de escasamente una semana, y los padres fabrican tambores pequeños para sus
hijos. A los dos años los niños se reúnen en grupos para aprender muchas
habilidades culturales básicas, entre ellas cantar, bailar y tocar
instrumentos. A los cinco años ya saben cantar cientos de canciones, tocar
varios instrumentos de percusión y hacer muchos movimientos complicados de
baile.” (Campbell, 2010, 97).
Es muy beneficioso realizar juegos musicales como el que se
muestra en este video, en los que se trabajan multitud de aspectos (intensidad,
cohesión y disfrute grupal, canalización de emociones, etc.).
Pero también es tremendamente positivo ofrecerle al niño o
niña otros juegos no tan dirigidos como el del video siguiente, dándole la
oportunidad de encontrarse a sí mismo/a, crear y disfrutar libremente.
Como futur@s maestr@s, debemos considerar la música como una ventana
de acceso al alumnado que les ayuda a alcanzar aprendizajes concretos, pero
que también potencia su desarrollo en todos los ámbitos.
Publicado por Cristina MT.
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